jueves, 9 de febrero de 2017

El traslado del Colegio Militar de Caballería a Valladolid en 1852 (2ª Parte)

Por Fernanda Doyague Garzón



4.-¿COMO ERA LA CIUDAD A MITAD DE SIGLO ?

La  Desamortizacion, el Canal de Castilla, la llegada del ferrocarril y el recubrimiento del Esgueva fueron las causas del gran cambio urbanístico que experimentó Valladolid a lo largo de estos años y de toda la centuria.

Pero veamos antes, a través de los periódicos, como  percibían los vallisoletanos su ciudad. En el periódico de El Correo, en marzo de 1844, se podía leer: …“son sus calles en  lo general anchas y poco tortuosas, desembocando algunas en espaciosas plazuelas que ofrecen a cada paso agradables perspectivas por los edificios y templos de regular arquitectura”. Sin duda es una descripción idealizada, pues si algo sabemos de este Valladolid es, precisamente, lo tortuoso de sus callejuelas, a excepción de la calle Platerías.

Con motivo de la  visita de la Reina Isabel II, en El Norte de Castilla se describe así a la ciudad, a la vez que se halaga a la reina: “La ciudad se encontraba en estado de decadencia y atraso y amenazada -como todas las demás poblaciones de España- de las consecuencias de ese marasmo que las consume, cuando la nueva forma de gobiemo representativo y el advenimiento de Isabel II al trono de las Españas vinieron como dos astros a alumbrar y a dar vida y calor al yerto cadáver de la patria. Desde entonces cambió por completo la forma de su existencia. De aquella fecha data su transformación”. (López Morales, Blas: El Norte de Castilla, 24 de julio de 1858).


El salto urbanístico de Valladolid se produce en los años años 40, que coincide con el auge industrial; entonces se alinean las calles de importancia como la de Santiago, Caldereros (Montero Calvo), Cantarranas, parte de las Angustias, de la Libertad y se reconstruyen los soportales de la Plaza Mayor.

En 1848, se ponen los primeros cimientos para cubrir el ramal interior o norte del Esgueva, que discurría, desde el Prado de la Magadalena, por la calle Esgueva, Catedral, Platerías, Val y Poniente, lugar en el que moría. Esta obra era de vital importancia para la ciudad, porque no sólo era la causa de los olores fétidos por todos los desechos que arrastraba, sino también de las famosas tercianas. Suponía disponer de terrenos, comunicar zonas del interior y con ello grandes cambios en el aspecto de muchas calles. A lo que hay que añadir el gran avance para la salubridad.

También en esta ciudad en transformación surgen paseos, muy del gusto de la burguesía, como el del Espolón, del Prado de la Magdalena, el Campo Grande. Este último fue motivo de una gran defensa por parte de los vallisoletanos, al enterarse que se pensaba construir en su espacio la prisión modelo (el Octógono); esa polémica obligará a construirla al otro lado.

La imagen  que  presenta la ciudad a la llegada de la academia puede  parecerse mucho a lo que nos muestra el grabado de Guesdon realizado en 1854; en él se aprecia claramente el Octógono, en el que ya están abiertos los huecos de la fachada, y se intuye un rectángulo en su parte posterior donde se levantará un picadero en 1861.

Una ciudad cuyo límite natural es el Puente Mayor, del que se habían realizado reformas en los años 20, único nexo con la otra orilla, con huertas y espacios libres; también se distinguen los perfiles de las torres de la Antigua, El Salvador, no así el de la Catedral, cuyas torres se habían derrumbado en 1841 (todo un símbolo de hundimiento del antiguo régimen) y un conjunto de viviendas bajas. Además, el Arco de Madrid, marcando lo que hoy correspondería al Paseo de Zorrilla. Un incipiente Campo Grande con dos hileras de árboles y el Arco de Santiago, llamado también Puerta del Campo, en el tramo final de la calle Santiago, próximo a la actual plaza de Zorrilla, que, tras ser reparado en numerosas ocasiones, no se libró de la piqueta en 1864.

En el plano de 1852 se puede comprobar además del Octógono,  señalado como Colegio Militar de Caballería, el recubrimiento parcial del brazo norte del Esgueva, los dos arcos antes mencionados, así como la cantidad de conventos exclaustrados con terrenos y, por lo tanto, disponibles, tanto para abrir calles para ensanches, como para comunicar unas calles con otras, para usos militares, fábricas, viviendas etc., que es lo que convertirá a Valladolid a lo largo de este siglo XIX en una ciudad moderna.



Como ejemplos de ese cambio, producto de La Desamortización, señalar algunos edificios, en su mayoría conventos, que fueron visitados por el Subdirector del Colegio Militar de Caballería como posibles inmuebles para la instalación del mismo. En este plano vemos señalados:

  • Ex convento de San Juan de Dios,
  • Ex convento de San Benito,
  • Ex convento de San Pablo,
  • Ex colegio de San Gregorio,

Decisivo en la transformación fue la exclaustración en 1835 del convento de San Norberto (premostratense), que ocupaba parte de la actual plaza de España y las calles de Teresa Gil y López Gómez; con La Desamortizacion, pasó a manos del ayuntamiento y a lo largo del XIX fue reutilizado y finalmente derribado. Conventos como el de la Merced que se dedica a cuartel, el del Carmen Calzado que será hospital militar, el de Trinitarios Calzados (en María de Molina) que se vende y donde en parte se levantarán edificios de viviendas, una fábrica de tejidos y más tarde la calle 20 de febrero.

No aparece señalado en este plano el ex Monasterio del Prado por encontrarse extramuros; se volverá a hacer referencia del mismo porque fué el edificio ofrecido posteriormente para prisión. En la segunda mitad de siglo también se derriba el convento de San Francisco; sus solares se reutilizarán, produciendo una fisonomía del centro histórico totalmente distinta con la apertura de las calles Constitución y Mendizábal (hoy Menéndez Pelayo), así como el ensanche de la calle Olleros (Duque de la Victoria) y paseo de San Francisco; en ese entorno se edificarán el Banco Castellano, el Círculo de Recreo y edificios de viviendas.



En el  plano de 1852 y en el grabado de Guesdon aparece sin cubrir el brazo sur del Esgueva porque es posterior a esta fecha, de 1864; su cubrición responderá no solo a razones de salud pública, sino también por el crecimiento de la ciudad hacia el sur, atraídos por el trazado de la línea del ferrocarril y la necesidad de acceso interior.

Se aprecian en el grabado y en el plano, en la acera de Recoletos, los viejos caserones, dos conventos y un ruinoso hospital provincial o de La Resurreción. Esta zona se convertirá a final del siglo en uno de los puntos  más relevantes de la ciudad.

A juicio de la prensa del momento, las necesidades apremiantes de la ciudad eran: la salud pública, que obligaría a la actuación sobre el Esgueva y a realizar el alcantarillado, la expansión de la ciudad y la comunicación interior y, por último, la necesidad de resolver el problema de los edificios singulares de la capital, trabajando en pro de su conservación; esta última relacionada sin duda con la especulación del suelo que con La Desamortización aumentó y produjo un cambio radical de la ciudad. “Mucho queda, sin embargo, todavía que hacer si el buen aspecto, aseo y comodidad que debe ofrecer esta capital han de corresponder dignamente a la alta posición que ha adquirido y sigue adquiriendo por su riqueza y aumento de vecindario”.

Desde un punto de vista urbanístico, se puede afirmar que la ciudad que acoge la academia es la que va dejando de ser una ciudad conventual para convertirse en una ciudad industrial, comercial y militar, más acorde con los nuevos tiempos.

5.-  LA INSTALACIÓN DE LA ACADEMIA DE CABALLERÍA EN LA CIUDAD DE VALLADOLID.

5,1.- Los preliminares

El 6 de abril de 1852 una representación del ayuntamiento recibe a los cadetes a su llegada, quienes reanudarán sus clases en las aulas del Octógono, dejando lejos la vieja y destartalada Universidad Complutense de Alcalá. Era el final feliz de las gestiones que, para tal fin, habían comenzado en agosto de 1851.

¿Pero cómo se gestó el traslado desde Alcalá a Valladolid? El Colegio Militar de Caballería, antes de su llegada, estaba instalado en la Universidad Complutense de Alcalá de Henares. El edificio estaba en ruinas, porque, tras La Desamortización, el inmueble había pasado a manos de distintos propietarios particulares; cuando se estaba negociando su venida a Valladolid, la propiedad era de una curiosa sociedad de "condueños", formada por habitantes de Alcalá y el ayuntamiento cuyo objetivo no era otro que evitar la desaparición del patrimonio, sociedad que no se hacía cargo de las reformas necesarias para que el inmueble estuviese en las condiciones apropiadas. Esta era la situación del edificio en cuyas aulas se formaban aquellos primeros caballeros cadetes.

No es extraño que el Ministerio de Guerra y la alta dirección de Caballería buscasen un edificio más apropiado. A mitad del año1851, el propio Director General de Caballería, el teniente general Shelly, sugiere trasladar el colegio a “otro” lugar: “donde fuese más considerado y mejor recibido”.




El Ayuntamiento de Valladolid, conocedor de la situación en que se encontraba el colegio en Alcalá, se adelanta y ofrece la ciudad y los edificios disponibles como sede para su ubicación. Así hay que entenderlo  cuando en la sesión municipal del 8 de agosto de 1851 se dice: “...acerca de la traslación del Colegio Militar de Alcalá, y creyendo conveniente practicar algunas gestiones para que venga a fijarse a esta Ciudad...”

A partir de este momento, el ayuntamiento pondrá todo su empeño, esfuerzo y apoyo económico para hacer realidad este traslado como se demuestra por la documentación existente. Las negociaciones comienzan en agosto de 1851 y la R.O. por la que se aprueba el traslado es del 22 de marzo de 1852, menos de un año.

En estas negociaciones podemos destacar una serie de personas que fueron claves para llevar a buen término el traslado:

  • Por parte del Ayuntamiento de Valladolid, la iniciativa fue de su alcalde, Calixto Fernández de la Torre, y como intermediario con el Gobierno, el diputado en Cortes Benito Fernández Maquieira. A ellos hay que añadir la comisión formada por Pedro Martínez Sanz, primer teniente de alcalde, y don Mariano Barrasa, regidor, para realizar gestiones con el Gobierno en Madrid.
  • Por parte de Caballería, el Director General, teniente general Ricardo Shelly Comenford y el Subdirector del Colegio Militar de Caballería, el teniente coronel Juan José del Villar. 
  • Por parte del Gobierno de S.M. Isabel II, el  Ministro de Fomento, Mariano Miguel Reinoso (anteriormente alcalde de Valladolid) y el de la Guerra, teniente general Francisco Lerchundi Hormaechea.
  • Sin olvidar la intervención del Visitador General de Presidios del Reino, Manuel Montesinos Molina.


Las gestiones comienzan cuando se envía un escrito del Ayuntamiento de Valladolid al Gobierno de S.M. ofreciendo la ciudad como nueva sede; el  Ministro de Gobernación, Manuel Bertrán de Lis y Ribes, traslada el escrito  al  Ministro de la Guerra, Francisco Lerchundi, para hacerlo llegar al Director General de Caballería, Ricardo Shelly. La petición era: “...de orden de su majestad la Reina paso a manos de V.E. para los efectos que corresponda la exposición que remite el gobernador de la provincia de Valladolid, elevado a S.M por el Ayuntamiento de aquella capital pidiendo se traslade a ella el Colegio de Caballería” (Escrito del 23 de agosto de 1851 del Ministro de la Guerra al Director General de Caballería)