lunes, 23 de enero de 2017

El traslado del Colegio Militar de Caballería a Valladolid en 1852 (1ª Parte)

Por Fernanda Doyague Garzón

1.-  INTRODUCCIÓN

Cuando se acaba de cumplir  el centenario del incendio que acabó con el Octógono, cobra más protagonismo el majestuoso edificio de la Academia de Caballería.

Si hay un edificio emblemático en Valladolid, por el que cada día pasan miles de personas,  es  la Academia de Caballería. El Valladolid del siglo XI no se entendería sin este imponente edificio, sin el Campo Grande, al que está enfrentado, y sin la estatua de Zorrilla con la que parece mantiene un diálogo infinito, ¿Tal vez recordando con nostalgia y de forma poética todo tipo de curiosidades, cambios y avatares que ambos han presenciado de esta su ciudad?

¿Qué es de mí, me preguntas, caro amigo?
¿Por qué, dejando nuestro alegre suelo,
bajo el cielo de Francia busco abrigo?
Nuevas de mí con cariñoso anhelo
me pides… ¡ay de mí! yo de mí mismo
tres años ha que se las pido al cielo.
Tres años ha que en brazos de la suerte
llevar me dejo, y por el mundo vago
como átomo perdido, y voy inerte
sin pedirme razón de lo que hago.
(Una historia de locos, Zorrilla, José. París, 1852)

Sirvan estos versos del poeta escritos en París en el momento en el que se abrían las puertas de este Octógono como posible diálogo entre dos de los iconos de esta ciudad, bien es verdad que cuando se está llevando a cabo el traslado del Colegio Militar de Caballería, nuestro poeta reside en Francia y desconocemos si estaba al tanto de todos los cambios que se estaban produciendo en su ciudad.



El objetivo de estos artículos no es otro que el de rememorar el Valladolid del siglo XIX y explicar cómo se gestó la presencia de esta institución académica en nuestra ciudad.

Si bien el edificio actual de la academia es de los años 20 del siglo pasado, hay que retroceder en el tiempo, hasta 1852, para encontrar la llegada a Valladolid de lo que fue el Colegio Militar de Caballería. Tan sólo dos años antes se había creado y establecido en las aulas de la Universidad de Alcalá de Henares; había nacido la Academia de Caballería.

El antecedente más cercano del Colegio Militar de Caballería lo encontramos en 1775, cuando el general Antonio Ricardos (Inspector de Caballería) aborda los problemas de la modernización del Arma de Caballería, fundando, en esta fecha, la Real Academia y Picadero de Ocaña para la instrucción de cadetes de Caballería. Desaparece 10 años más tarde

La  primera mitad del siglo XIX no fue muy propicia para la aparición de una Academia de Caballería; la Guerra de Independencia con la aparición de academias simultáneas para resolver los problemas de una larga guerra, la preferencia de Fernando VII por la Guardia Real, siempre que le dejaron, o por una Milicia Nacional, cuando le convenía... todo ello explica que los proyectos que habían comenzado en Ocaña no prosperasen. Incluso Fernando VII en 1823 disuelve todas las academias y al Ejército, lo que no sólo explica su talante absolutista sino el recelo que siente ante un Ejército que le había obligado con su pronunciamiento a acatar la Constitución de 1812.


 
Hay que esperar a 1842, en  el  reinado de su hija Isabel II, apoyada por los liberales  y con unas guerras carlistas, que probablemente hicieron ver la necesidad de un ejército moderno y adiestrado, para encontrar el origen de la creación de un Establecimiento Central de Instrucción de Caballería, fundado en Alcalá de Henares en 1842.

El  proceso termina en 1850 con la creación del Colegio Militar de Caballería. Este colegio se instaló en Alcalá de Henares, en las aulas de la Universidad Complutense, al tiempo que el de Infantería en Toledo, suprimiéndose el Colegio General Militar.


2.- LA IMPORTANCIA DEL EJÉRCITO EN EL SIGLO XIX.

Cuando  se crea el Colegio Militar de Caballeria, el Ejército tenía una gran influencia en la vida pública, debido al hecho de que era una fuerza armada capaz, al menos transitoriamente, de sostener o de reprimir a otros grupos.
Era un ejército ideológicamente liberal porque la Guerra de Independencia había supuesto un cambio en el perfil social de los oficiales y jefes militares, proveniendo ahora de las clases medias. Durante este período la influencia de los militares es incuestionable, ya que a través de los pronunciamientos decidirán quien ocupa el poder.

Así, durante el reinado de Fernando VII, los breves años de liberalismo fueron posibles gracias al triunfo de un pronunciamiento militar (Riego,1820).

Durante el reinado de  Isabel II, que es cuando se gesta la presencia de la academia en Valladolid, el Ejército alcanzará incluso más protagonismo en la vida política española, tanto por su apoyo a la causa liberal e isabelina en las guerras carlistas, como por los pronunciamientos militares  moderados o progresistas que explicarán la alternancia en el poder durante todo el reinado (Narváez, O’Donnell, Espartero, Topete, Serrano, Prim)


 

También el derrocamiento y exilio de la reina se explica por la intervención del Ejército que aprovecha el descontento social del proletariado, la corrupción y la aparición de otras fuerzas políticas para acabar con la monarquía de los Borbones.

En el reinado del nuevo monarca, Amadeo de Saboya, y durante la Primera República, de nuevo los militares jugaron el papel de árbitros. Finalmente, será un pronunciamiento militar, dirigido por el general Martínez Campos, el que reponga a los Borbones en el trono en la figura de Alfonso XII.

3.- ¿COMO Y POR QUÉ SE ELIGE VALLADOLID Y QUÉ INTERÉS TENÍA LA CIUDAD EN ELLO?

El Ejército necesitaba un edificio donde trasladar el colegio, pues la Universidad de Alcalá, donde estaba ubicado desde 1850, no reunía las condiciones necesarias ni era rentable realizar inversiones en el edificio  por tratarse de un inmueble que no pertenecía al Estado. Por otra parte,Valladolid disponía de edificios, producto de la desamortización, y ofrecía grandes ventajas para la ubicación del colegio; en esa década de los cincuenta, era una de las principales ciudades de España y con grandes perspectivas de futuro. Además, había voluntad y empeño en este traslado por todas las partes implicadas y, en especial, por parte del ayuntamiento con Calixto Fernández de la Torre a la cabeza.

Veamos qué ofrecía Valladolid en ese momento y por qué la ciudad también estaba tan interesada en acoger esa institución.

Cuando el ayuntamiento eleva el primer escrito al Gobierno de Su Majestad ofreciendo la ciudad para acoger el colegio, señala, como argumento favorable a tal efecto, su situación; esta era una razón importante porque estaba cerca de la capital del reino con la que en ese momento se comunicaba por diligencias diarias. La red arterial de caminos y carreteras se iba mejorando, permitiendo la comunicación hacia el norte y el sur del país y se encontraba situada en el centro de la región.

Desde 1833, con la nueva división provincial, llevada a cabo por el Ministro de Fomento, Javier Burgos, Valladolid era capital de provincia y capital regional, además de ser sede de la Capitanía General.

 Otras razones esgrimidas fueron su crecimiento económico y el dinamismo que vivía la ciudad a mitad de siglo. Efectivamente, en 1842, el Canal de Castilla ya contaba con tres ramales en servicio; eso supuso la apertura de Valladolid y de la región a un mercado nacional e internacional del trigo y la harina. Este será uno de los motores de cambio de Valladolid, no sólo por el desarrollo comercial e industrial,  sino también porque, en torno al canal, se instalarán fábricas (mayoritariamente harineras), a veces aprovechando conventos exclaustrados que supondrán un cambio en la fisonomía urbana de la ciudad.
Otro incentivo y motivo de optimismo, era la llegada del ferrocarril, todo un símbolo de progreso; el año en que llega el colegio, se aprueba el trazado de la línea Madrid-Irún pasando por Valladolid. El Ministro de Fomento que aprueba este trazado era Mariano Miguel de Reinoso Abril, que había sido anteriormente alcalde de Valladolid.

 Aunque el trazado de la línea es de 1864, cuando se está gestionando el traslado de la academia, este proyecto ya es conocido por los altos mandos de Caballería, lo que sin duda era otra razón a favor de Valladolid como ubicación del colegio por las ventajas que suponía disponer de unas comunicaciones rápidas y fluidas con Madrid.

Así se reconoce en el informe que realizará el subdirector del colegio, Juan José del Villar, al Director General de Caballería: “...como por la inmediata construcción del camino de hierro”.

El Valladolid de mitad de siglo se estaba convirtiendo en uno de los principales núcleos financieros, industriales y comerciales de España. Valladolid, sin duda, era una ciudad con proyección de futuro. Los datos  del comercio de la región en 1850 lo confirman; en ese año el comercio lo forman 460 profesionales que comercian cereales, coloniales, paños, creando una red de sociedades en el eje Valladolid, Palencia, Santander.

La capital se convierte en un importante centro financiero al fundarse el Banco de Valladolid, el Crédito Castellano, la Unión Castellana, además de banqueros particulares animados por la actividad económica.











Desde 1840 se instalan 30 fábricas de tejidos (estameñas, algodón, otros tejidos); sólo la fábrica de Lara Villardiel e hijos producía 5.000 varas de lienzo diarias, a lo que hay que añadir las fábricas de cerámica, curtidos, papelera, harineras...; 28 fabricas de harinas había a mitad de siglo, que aumentan a 59 en1857, facturando una tercera parte de toda la harina de la península.

Este crecimiento económico no fue ajeno a la instalación del colegio,  puesto que suponía tener cubierto el abastecimiento, no sólo de víveres, sino de cualquier necesidad que el colegio pudiera demandar (herrerías, cueros, tejidos…).Y con el crecimiento  económico, el aumento de la población, que a lo largo del siglo se cuadriplicará, porque, a pesar de la alta mortalidad, Valladolid se convertiría en centro de atracción de inmigrantes procedentes del medio rural.Según el padrón municipal de 1863, el 64% de la población activa eran inmigrantes, de los que más del 50% habían llegado, procedentes del campo, entre 1851 y 1863. Eso significa una ciudad en expansión. Al finalizar la década de los cincuenta, su población era de 41.943 habitantes.

 En esta ciudad, que crece, la elite la formaban la burguesía de negocios; en muchos casos, empresarios franceses, Harriet, Pereire, Delibes, fueron verdaderos emprendedores, que ocuparon altos puestos de la administración municipal e intentaron establecer una economía capitalista y un modo de vida afín con su posición, lo que se manifestará en los cambios urbanísticos que se expondrán en el siguiente artículo.



El poder de esta nueva clase social, la rica burguesía, se exhibe en los actos de homenaje con motivo de la llegada de personalidades, como la visita realizada por la Reina Isabel II en 1858. Esas visitas servían como escaparate y trampolín de esta ciudad en expansión.

A mitad de siglo, se estaba produciendo una verdadera revolución cultural: escritores, libreros, impresores, fotógrafos, editores. Desde 1840, se representan obras en el liceo artístico y literario. Avanzado el siglo, se construyen los teatros Lope de Vega y Calderón. La burguesía exhibe su estatus en salones y cafés como Español, Suizo, Corrillo...Se abre la Academia de Cirugía y Medicina, la Academia de Nobles Artes de la Purísima Concepción y el Instituto de Segunda Enseñanza. En 1847 se crea el Círculo de Valladolid en la acera de San Francisco y en 1853 se traslada a la calle del Duque de la Victoria.

Todo este desarrollo explica la aparición de El Norte de Castilla en 1856, resultado de la fusión de El Avisador y El Correo de Castilla, que será fiel cronista de la Historia de Valladolid y por ello también de la academia.

Sin olvidar que Valladolid contaba con una universidad que a mitad de siglo tenía unos 900 alumnos, que se podría complementar con otra institución también académica como era el Colegio Militar de Caballería. (Alcalá ya no disponía de universidad que se había trasladado a Madrid).

El ayuntamiento, consciente de este dinamismo, no duda en destacar todos estos aspectos para atraer el colegio a la ciudad. Considera que la presencia de esa institución académica no sólo sería otro motor más de dinamismo y crecimiento, sino que, con ella, llegaría a la ciudad una clase social que aumentaría su prestigio.







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